monedas y miradas
Anoche, dando un paseo, me ocurrieron dos cosas. Me enteré de que había pasado de curso. Y una chica me miró de reojo.
Son dos cosas que me suelen pasar. Acabar la carrera por los pelos, sujetando el dorsal entre los dientes, y que las chicas de ojos bonitos me miren y yo no las diga nada. Así es mi vida, y al que no le guste que se joda, que se calle y que cambie de canal. Que aproveche, porque yo no puedo.
El caso es que después de un año puteado, de dormir poco, de no dormir, de no comer, de quebraderos de cabeza, papeles, prisas, autobuses, juicios, atascos (muchos atascos), despertadores chinos, cafeína, cd's explosivos, bolsas de té, moratones, relojes, teléfonos, informes, firmas, bancos y colas, por fin lo he conseguido.
Y ahí estaba la chica de ojos grandes para confirmármelo, como si fuera el leit motiv que necesito para darme cuenta de que ésto sigue siendo mi vida, incluso cuando me salen bien las cosas.
Si me escogieran para un viaje a Marte, lo primero que preguntaría es: Vale, bien, voy a pasar a la historia, pero ¿dónde está la chica?
El funcionamiento es sencillo: intento algo, lo consigo, y necesito una mirada fugaz para darme cuenta.
También este año he inaugurado una nueva costumbre en mi vida. Llamadlo superstición.
En mi barrio, cerca de la puerta del Metro, a veces hay una chica que toca el acordeón. Creo que es rumana.
Hace un año, casi por estas fechas, me despidieron de un trabajo. Bueno, realmente despidieron a todo el mundo. Hubo jaleo. No fue algo agradable.
Una de esas mañanas, regresaba a mi casa, completamente jodido y hastiado, y al salir del Metro (en el que, por cierto, recuerdo que me colé), la ví sentada tocando algo. Mi mano, como movida por un instinto, rebuscó en el bolsillo junto al paquete de tabaco, sacó una moneda dorada y la dejó caer en su cesto. Nos sonreímos, y seguí mi camino.
Al día siguiente ya tenía uno de los curros en los que más contento he estado.
Casualmente, me he encontrado con ésta chica cada vez que he firmado un contrato. Y el día que eché la matrícula, lo recuerdo perfectamente porque fue el día del eclipse de sol.
Es algo kármico: yo la doy una moneda, y la vida me devuelve otra cosa. No tiene lógica, pero funciona. Hasta los ateos materialistas podemos permitirnos ciertas veleidades de tanto en cuando. Y el que piense que no, que se joda, que se calle y que mire cómo lo hago.
Hoy no me la he encontrado. No es que eso me preocupe: ya he dicho que no soy supersticioso.
Pero si ves a una rumana tocando el acordeón, dale una moneda de mi parte. Y piensa que tal vez dentro de un tiempo vuelva a encontrarme con una chica de ojos bonitos gracias a tí.
7 comentarios
jesus -
Mariana -
y si, todo es karma, al fin y al cabo todo vuelve...
dulce, y si, yo te creo.
on -
En el primer día de curso, curioso.
Txiki -
guillermo -
aiyana -
Isthar -
Si me la encontrase ten por seguro que le echaría una moneda, aunque fuera sólo por la sonrisa que ganaría al recordar este post :)