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tourette

la canción

A veces puedo cerrar los ojos y oírla. Canción de sangre y tierra, de amor y muerte. El redoble de poderosos tambores, profundo como sólo pueden serlo las raíces de las montañas. Una canción de fuego y dolor, de éxtasis y quietud, de versos intrincados como hechizos, de palabras que aún no existían cuando fueron pronunciadas por primera vez.
Está en el rumor del agua, en las voces que amortigua la niebla y en los truenos. Es el sonido del viento entre las ramas y el que produce nuestro cuerpo cuando temblamos.
Y siempre nos sobrecoge oírla, pero nunca nos sorprende. Porque ya la conocemos. Y porque sabemos que seguirá sonando cuando hayamos muerto.

arde

Se acerca a mí, y en su respiración sobre mi cuello puedo ver a ciegas que sonríe, mientras me susurra suavemente al oído: arde, arde, arde...

latin kings

latin kings

Y junto a la imagen a un tamaño aceptable, ahora sí, el original.

muñecas de cristal

Antaño, nuestros ancestros se arrebujaban en torno a las hogueras para charlar tras el trabajo. Y si no se conocían (caso de los pastores o en la vendimia, por ejemplo), la conversación seguía siempre idéntico cauce: de hablar del tiempo, a despotricar sobre el que mandaba.

Hoy ya casi no quedan pastores ni cepas, pero los mismos temas siguen intocables. Ahora somos subempleados que comienzan hablando de televisión y terminan cagándose en su empresa, y aunque raramente pasaremos hambre, para cuando estiremos la pata habremos tenido más oficios que Lázaro de Tormes.

Resulta especialmente curioso en el sector tecnológico, donde terminamos hablando de consultorías, traficantes de carne, call centers, zulos, extras, rotaciones, tickets, piratas... estamos construyendo nuestro particular idioma de miserias, como el caló que tanto horrorizaba a Víctor Hugo.


Últimamente he tenido el mismo tipo de conversación con diferentes personas. Al margen de que todos, con independencia de nuestra filiación política (filiación: palabra que significa que cada uno es hijo de su padre y de su madre, supongo), llegamos siempre a la misma conclusión de que ésto tiene que reventar por algún lado.

Pero a mí hoy me ha dado por la vena nostálgica. Porque, mientras mi compañero y yo poníamos a parir y más a nuestras ínclitas ex-pagadoras (pagadoras: a veces te pagan, y otras veces juras que lo pagarán caro), yo he mencionado a la mejor de todas: la estrella, el negro del tambor en las galeras, la soviética lanzadera de monos espaciales, la criadora intensiva de pollos. Nos referimos, por supuesto, a Al Loro (no pongo el nombre, que lo mismo me denuncian), maravillosa subcontrata de telemarketing.
No voy a hablar de sueldos míseros, empleados entre la depresión y la ansiedad, gente que ya no aguantaba el trabajo sin un coñac o un par de rayas, "cuarentenas", acoso laboral, suciedad... Eso ya lo sabemos. Los que hemos pasado por allí, siempre lo recordamos con una sonrisa (al menos, todos los que he conocido): porque sabemos que no vamos a volver.

No, hoy no hablaré de eso. Porque hoy he recordado a las chicas que encontré allí. Como dudo que cualquiera de ellas lean ésto algún día, y dudo aún más que me las vuelva a cruzar jamás, me siento libre hasta cierto punto para escribir sobre algunas.


Conocí a la primera de ellas el día que terminé el cursillo, y se nos hizo saber que pronto firmaríamos el contrato. Nos sacaron de la incubadora, y nos llevaron cual polluelos con los gallos y las gallinas para que fuéramos quedándonos con la copla. Aquello duraría una hora diaria, durante media semana.

A mí me pusieron con ella. Lo primero que hicimos fue mirarnos a los ojos. Tenía unos ojos preciosos, y evadía miradas tras una sonrisa tímida. No hablo sólo de que la chica me gustara. Ella era para mí, en aquel lugar, aquella mañana, la prueba viviente de que la belleza puede existir con independencia del entorno. Como una rosa creciendo entre la mierda. En ese momento, necesitaba aquella prueba más que el aire que cabía en mis pulmones jodidos.

Tenía unas muñecas preciosas. Era la primera vez que me fijaba en las muñecas de una chica, y recuerdo cómo las veía palpitar mientras ella tecleaba con soltura en aquél teclado lleno de roña. Una de las veces, la cogí con la guardia baja y, ante mi demostración de que yo tecleaba más rápido (odio decirlo, pero soy una ametralladora), la arranqué una mirada de asombro seguida por una sonrisa, y acto seguido por una caída de ojos al pasar una jefa que nos miraba. Esos tres gestos valieron, y siguen valiendo para mí, más que todo lo que gané en aquella mierda de empresa.
Pero no teníamos el mismo turno, y al concluir aquella semana, ni siquiera volvimos a coincidir. La olvidé deprisa, en parte porque había más chicas y yo no me fijaba en sus muñecas precisamente...

Hasta que una tarde apareció allí, con ojos tristes y un justificante médico en la mano. Tenía una baja indefinida por una enfermedad de las muñecas. Síndrome del túnel metacarpiano. La enfermedad de los programadores, provocada por teclear demasiado en una mala postura. Crónica, degenerativa, dolorosa e incurable.

Todavía hoy lamento dos cosas. La primera, no haberla dicho nada cuando nos cruzamos mientras ella salía, nada más que un leve "que te mejores". La segunda cosa que lamento es no haber salido gritando al parque para liarme a pedradas hasta no dejar un solo vidrio de aquel puto antro donde se había destrozado las muñecas por un sueldo de mierda.

Vale que no es muy romántico acordarme de una chica cuando veo material de oficina, pero desde entonces, cada vez que veo una almohadilla para el teclado, me acuerdo de sus ojos, sus dedos tecleando con agilidad y su mirada tímida.

Y aunque a veces me palpe las muñecas con angustia, no puedo evitar esbozar una sonrisa cuando me acuerdo de ella.

¡crash!

Todos observaban en silencio tras sus muros transparentes. El sol de la mañana se reflejaba en las torres más altas, y de tanto en cuando podía oirse el tintineo de unos pasos apresurados, que se perdía por las anchas avenidas bordeadas de elegantes edificios art decó.

Pegados a los cristales, aguantaban la respiración, por miedo a empañarlos y no poder ver.

Aquel día, según las profecías de sus antepasados, llegaría el Elegido, "portando el destino en su mano".


Y a través de las paredes cristalinas, se reflejó el horror en los rostros atezados de los habitantes de la Ciudad de Cristal, cuando en el horizonte apareció tan solo un hombre con una piedra en la mano.

hipotecamor

hipotecamor

Pinchemos la burbuja.

base relativa

Nuestro sistema de numeración funciona en base diez: es el sistema decimal. Esto significa que tenemos un conjunto de diez símbolos diferentes para representar cualquier cantidad.

Proviene de la India, donde al parecer también se ideó el cero, y fue traído hasta Europa por los Árabes.

El motivo de que funcionemos con esa cantidad de símbolos es que tenemos diez dedos en las manos, y nuestros antepasados no tenían calculadoras.

Por ejemplo, los ordenadores funcionan con una base de dos: es el sistema binario. Lo hacen porque sólo pueden distinguir entre dos situaciones distintas, que pase o que no pase electricidad.

Si en lugar de tener forma humana fuésemos círculos, nuestro sistema numérico estaría basado en Pi, y tendríamos problemas para referirnos a la unidad, ya que tendríamos que emplear aproximaciones infinitas para hacerlo.

Supongo que eso tendría un efecto demoledor sobre nuestra conciencia individual.

implementar

implementar

Al final un par de elogios (y las ganas de hacer el indio) han podido más que la pereza, así que como ya va a ser costumbre aquí está el original.

Espero que los desarrolladores no se ofendan, y sepan que les tengo cariño++ (hoy los quiero más que ayer pero menos que mañana, dicho en un lenguaje que puedan comprender).

estupidez

estupidez

Y con ésto queda inaugurada una nueva sección, en la que no creo que vuelva a actualizar nada (a falta de escáner, talento e iniciativa) pero que bueno, ahí queda. El que quiera puede verlo en la fuente original, la web está bastante bien para echarse unas risas.

el último trovador

Me detuve al llegar a la bocacalle, palpé otra vez el bulto de mi cazadora roja, y enfilé la travesía con aire decidido.

Él tocaba el violín para los forasteros, un adagio copiado con toda probabilidad durante los últimos cinco años en alguna feria ganadera.

Al llegar a su altura, hinqué la mano en el interior del bolsillo, saqué el fajo de billetes, y le miré a los ojos fijamente. Fue capaz de sostener mi mirada apenas unos instantes, antes de que una semicorchea distrajera su atención.
Pero mi atención resultó más difícil de vencer que la suya. Diestramente, mis dedos pellizcaron un billete del montón, lo extrajeron con soltura y yo, con una inclinación digna de la más servil reverencia y una sonrisa impertinente en los labios, dejé caer el billete doblado en dos sobre la funda del instrumento que descansaba en la acera.

Abrió los ojos como platos, y aunque alguno de los transeuntes le acompañó en el gesto, estoy convencido de que en aquel momento estaba más solo de lo que había estado en toda su vida.
Intentó sustraerse a la impresión, apartó la vista y siguió tocando, aunque un temblor apenas perceptible se embargó de su brazo izquierdo, lo cual invariablemente repercutió en un par de disonancias apenas perceptibles para un oído mal entrenado como el mío.

Tras unos instantes, volvió a clavar su mirada sorprendida en mi figura, para apartarla con un ademán enérgico mientras seguía tocando.
Sin inmutarme, arranqué otra "pluma" del montón de billetes, y la dejé con cuidado sobre la anterior ofrenda.
Alguno de los presentes retrocedió, como espantado. Otros reían por lo bajo. Él, seguía tocando, cada vez más nervioso. Y yo, sólo le miraba fijamente con una media sonrisa.

Pasaron los minutos, y una pequeña -aunque molesta y bulliciosa- multitud se fue arremolinando en torno nuestro. Un error se sucedía a otro a medida que mis títulos de valor se amontonaban sobre el terciopelo oscuro de su funda, arrancando comentarios soterrados de los curiosos y lágrimas de sudor de su frente.

Finalmente, el terror venció a la prudencia y preguntó titubeante:

Señor, ¿qué queréis de mí?


Cinco mil años en el Infierno no le restaban la gracia al empleo. Pensé en la gratificación que le pediría a su merced la duquesa por atraer al depositario de sus favores, y no pude evitar hacer cálculos...

qué barata te vendes

Nunca había ido a las concentraciones del Partido. Tampoco era obligatorio.
Los discursos le aburrían sobremanera, y, en cualquier caso, casi todos los compañeros de la oficina y algún vecino acudían, así que no hubiera podido conocer a nadie nuevo.
Además, él ya conocía a todas las personas que hubiera podido querer conocer. Tenía unos pocos amigos leales, distribuídos entre la oficina y los recuerdos de la Universidad. Y la tenía a ella; a Marta.

Anoche volvió a soñarlo otra vez. Cuando ya llevaba un buen rato disfrutando de su ensaladilla, movía un trozo de patata y allí estaba, de nuevo retorciéndose bajo su tenedor, el escorpión. Un escorpión enorme, negro y amenazador.
Y así había sido cada noche desde hacía una semana.

Aquella mañana, el delegado volvió a pasearse por entre las filas paralelas de escritorios, dejando en cada uno, cuidadosamente cuadrado con el borde superior derecho, el folleto semanal del partido.
En todos, menos en el suyo y en el del asesor contable, detalle que no pasó desapercibido a nadie en la planta.

El jefe de Sistemas llevaba dos días de baja por un esguince durante una excursión del Partido, y su mesa quedaba en la esquina junto a la puerta. Al salir para ir al servicio, cogió disimuladamente las hojas grapadas, las apretó contra su muslo en el lado contrario a la cámara de seguridad, y entró en el lavabo.

Libertad y Patria, leyó.

Libertad, qué barata te vendes - pensó.

Aquel pensamiento, realizado con una voz que no era la suya, una voz mucho más amarga, como la de esos viejos borrachos que desayunaban licor en la cantina de la estación de ferrocarriles, le estremeció. Y lo apartó angustiado, como quien aparta un insecto de un instrumento de precisión.

Libertad y Patria. En la portada, la ejecución pública de varios terroristas, y un artículo sobre la erradicación de la homosexualidad en las escuelas primarias.

Raúl no estaba seguro de haber conocido nunca a un homosexual. Siempre había atendido a los rumores y los cotilleos sobre otros, y se había preguntado con insistencia si no correrían los mismos bulos acerca de él. Pero nunca le había dado mayor importancia al tema. Al fin y al cabo, él tenía a Marta, y con eso siempre había bastado.

Nervioso, dejó el panfleto abandonado junto al retrete, y volvió deprisa a la oficina. Quedaba poco tiempo para la hora de la comida.

Regresó a casa tarde, y encontró a Marta ya dormida. En silencio, se desvistió y se metió a su lado en la cama. Pronto estuvo dormido.


Otra vez, el mismo sueño. De nuevo, Marta le tendía el tenedor y le miraba sonriendo desde sus ojos verdes. El iba comiendo, pero ya no lo hacía despreocupado, como antes, sino que cada vez que revolvía en el plato lo hacía con un nudo en el estómago, preguntándose cuándo vería asomar las patas negras como garras, las pinzas, el aguijón, el asqueroso aguijón lleno de veneno y brillante como si estuviera recubierto de sudor. Y el nudo iba apretándose cada vez más en sus entrañas...

Despertó sobresaltado. Palpó a su izquierda, y Marta ya no estaba. Inquieto, se puso los pantalones y se dirigió hacia la cocina.
Y allí estaba Marta, removiendo con el tenedor un cuenco lleno de escorpiones.

Todos se sorprendieron al ver a Raúl en una de las concentraciones. Y en la siguiente excursión del Grupo Local. Más aún, a nadie le dejó indiferente el hecho de que Raúl se hubiera convertido en el militante más entusiasta.

Mientras tanto, Raúl, alegremente vestido con sus pantalones cortos y su corbatín, sonreía con desprecio y estiraba el brazo más que nadie al entonar el himno.
Y lo hacía pensando: no merecéis nada mejor.

¡optimiza ésto, yuppie!

Tengo el firme convencimiento de que cuando una persona emplea los términos misión y visión en una misma frase, es un completo gilipollas.

Uff... qué a gusto me he quedado :)

ubuntu

La conciencia me convierte en ser: los demás, en humano.

y los dioses te llamaron: gilipollas

Sus pasos, pese a tener el silencio de las lápidas, resuenan por la oficina como redobles de tambor.

Anubis, espigado y cruel, sujeta la puerta a un Buda orondo y sonriente. Palas, vestida de Dolce & Gabbana, contempla indiferente tras sus gafas de pasta los coqueteos de una Venus demasiado escotada para ser elegante y Amaterasu. Mazda aprovecha para sacar un café de la máquina, y Odín mira de reojo a Jesucristo mientras murmura algo sobre ser un mierda y llevar lloriqueando dos mil años...

Finalmente, llegan a la División de Informática. El sujeto en cuestión vegeta en uno de los escritorios, peleándose con un IBM lento hasta la desesperación. El sudor empieza a transparentar su camisa granate, lleva el nudo de la corbata aflojado y a su derecha se acumula un montón de papeles que, presumiblemente, suponen más trabajo sin terminar.

Lug, ejerciendo de cortés anfitrión, se lo señala a los demás.

- Bien, aquí le tienen: damas y caballeros, ésto es un gilipollas.

- ¿Y es verdad que no cobra las horas extras? - preguntó Lucifer con sorna.

- Jamás: y se hace cerca de seis horas cada semana, sí... - repuso Lug confuso.

- Apuesto a que no distingue su casa del cubil en el que trabaja - observó Palas con sonrisa maliciosa, sin ignorar que Thor la estaba desnudando con la mirada.

- Y... ¿puedo golpearle? - consultó Caín esperanzado.

- Por supuesto - contestó Lug - : sírvanse, están en su casa.


Mientras tanto, Mariano descubría que los codecs que necesitaba no estaban instalados. Más y más diversión.

bang

Imparable.
Veloz.
Simple.
Amoral.
Absurdo.
Prescindible.

- Tatúate un número de serie en la nuca y serás como una bala - me dijo ella.

Inspiré con fuerza, cerré los ojos, y sonreí más con cada punzada.

Uno... seis... uno... ocho... cero... tres... tres...

vivir cansa

me conformo con existir

bendita ignorancia...

... la de cosas que aprendo gracias a tí...

¡Inocente!

miércoles, diciembre 28, 2005

El día de los inocentes. Es un día en el que la gente se gasta bromas, como cuando en una entrevista para un curro de mierda te dicen que necesitan ese curriculum que no se van a leer por triplicado.

No está mal: cobraría menos que ahora, y a cambio la empresa sólo me pide flexibilidad, disponibilidad, fidelidad hasta el día de mi muerte y derecho pernada para con mis posibles futuras hijas.

La entrevista ha sido más bien sobria. Yo esperaba una de esas dinámicas de grupo tan divertidas que son como un juego de rol. Algo parecido al Dungeons & Dragons, sólo que los guerreros se han vuelto currantes de Nivel 1, y el Dungeon Master es el tipo de Recursos Humanos.

Ataco al orco con la espada a dos manos, tengo un más cuatro a impactar.

Vale, el orco se derrumba en un charco de sangre con el cuello cortado por tu espadazo. Te incorporas el lunes, trae fotocopia del DNI y de la Seguridad Social.

Por lo que me ha preguntado, creo que voy a terminar hasta las pelotas de configurar cuentas de correo en Outlook Express, arreglar impresoras y anotar subnormalidades en Lotus. Nuevas singladuras, peligros y gestas en mi vida sub-laboral...

¿Porqué me siento como si tuviera un monigote de papel en la espalda tan grande como el primo de Zumosol retorciéndome el brazo?

posted by On @ 6:11 PM
1 Comments:

Alex said...

Puede ser interesantisimo configurar cuentas de correo en outlook, sobre todo si los redireccionas a una cuenta tuya ;-)
mié dic 28, 10:25:01 PM 2005

¡mars attacks!

Esta tarde he encendido la televisión, y he comprobado que no existen civilizaciones avanzadas en el universo.

Porque si existieran, en el momento en que recibieran nuestras ondas de radio, borrarían nuestro planeta de la Vía Láctea.

Espero que mis congéneres no se sientan muy ofendidos, pero empiezo a tener ganas de que el Sol se convierta en una gigante roja...

Qué bonito idioma resulta el arameo

martes, diciembre 27, 2005

Estoy en mi primer día de sub-vacaciones. Me explico.
Curro en una sub-contrata, de lo que se puede inferir que tengo un sub-empleo. Además, estudio por las mañanas. Sumando siete más ocho horas, y contando dos o tres de transporte, no es muy complicado deducir que no duermo una mierda.

Así que, si me toca pringar en el insituto y en el curro, eso significa que cuando tengo vacaciones en un sitio raramente las tengo en el otro. Bien, ahora tengo vacaciones en el curso, pero tengo que ir a sub-trabajar en mi puesto de sub-trabajo, así que estoy disfrutando de mi primer día de sub-vacaciones.

Y al que se pregunte porqué no me las apaño para que me coincidan las vacaciones en los dos sitios, le diré que porque soy subnormal, pero a mis años ya me quiero mucho como soy y no voy a cambiar.

Como tanto dice mi amigo Dani, las mañanas están para arrepentirse.

O para practicar el idioma arameo, que es tu lengua materna durante los dos primeros minutos desde que un gilipollas te despierta por tercera vez hasta que te das cuenta de que deberías ser más amable con el tipo de recursos humanos, por lo menos hasta firmar el contrato.

¿Que si llamas en mal momento? Noooooo... esto... para nada (¡¡hijoputa hijoputa hijoputa!!)

Menos mal que mis sucesivos sub-empleos me han adiestrado en el noble arte de poner a parir a quien sea sin que lo note. Algo así como Tamariz robándote la cartera, los anillos y el móvil mientras te enseña un As de copas.

De modo que, a pesar de mi don de lenguas, mañana tengo entrevista de trabajo. Ya contaré qué tal, mis entrevistas suelen ser divertidas.

Así que aquí estoy, jodido de sueño, viendo como mi camisa amenaza con emprender un viaje maravilloso al Mundo de Oz llevada por el viento y tomándome un té chino. No me extraña que vivan tanto los jodidos, porque esto resucitaría a un muerto.

Ah, ¿qué es lo primero que hace un chino resucitado? Cagarse en tu madre en arameo.

School’s out for summer
School’s out forever
School’s been blown to pieces ...

School’s Out, - Alice Cooper

posted by On @ 11:05 AM
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