enragés sacrifican títeres a Palas
Primero cesaban los gritos, luego el murmullo, después surgía un silbido seco y sedoso, y de pronto un ruido que no admitía comparación. Bueno, sí: cuando se corta la cabeza de un pollo en una tabla de madera.
Y entonces llegaban de nuevo los gritos, los aplausos, los vítores y los desmayos, los vivas guturales a la República ante los ojos abiertos como platos de la cabeza que, todavía consciente, se balanceaba en el cesto. Hacía un sonido curioso al caer, como darle una palmada a un melón.
Otro más que permite que la patria se interponga entre su cuello y su cabeza.
Louvet suspiró, y se estiró contra la pared hasta que sus antebrazos asomaron al sol entre las rejas de su celda. Se suponía que le quedaba una semana, pero al ritmo que llevaba la máquina siniestra empezaba a dudar de que consiguiera ver más de un día.
Abajo, en la plaza, el populacho, inflamado por la tricolor, la sangre y el vino, clamaba por más ejecuciones, mientras los verdugos se afanaban por despejar el estrado a falta de cestos.
Entre tanto, unos bufones se dedicaban a la profanación más repugnante: habían atado las muñecas y los tobillos de varios cadáveres, y de tal modo desde lo alto del palco los manejaban como si fueran títeres decapitados, mientras abajo la plebe reía cada chanza de este teatro horrible.
Louvet se sentó presa de un mareo cuando por fin avistó ésto. Enjuagó el sudor frío que perlaba su frente con lo que quedaba de la manga de su camisa, y dirigió una mirada perdida al techo de la estancia.
Honran a la Diosa Razón con un sacrificio de marionetas - pensó.
Y a solas en su celda, Louvet lloró.
nullParte de un juego propuesto por Bito.
5 comentarios
on -
Bito -
alholva -
El cuento es muy bueno.
Un saludo
Mart-ini -
Un abrazo, con tu permiso.
quintadel44 -
En fondo y forma.
Lástima que no pueda una sonreir pensando que son cosas del pasado.
Un beso.