residuos
Cuando la gente se va a dormir, nosotros salimos. Es algo desagradable vivir al revés que todo el mundo, pero resulta necesario para nuestro trabajo.
Curdt y Charlene me estaban esperando en el portal. Charlenne era la nueva, y la única chica que había visto que le quedara bien el uniforme.
Pantalones militares, jersey con protecciones en los hombros y botas lisas, todo ello de riguroso negro. Cualquiera diría que fuéramos ladrones, pero desde hace unas décadas eso era difícil.
Con nosotros en circulación, ¿quién se atrevería a robar? Como me dijo una vez Eddie, nuestro Supervisor:
- Sea lo que sea, recuerda que algún día lo acabarás tirando.
Y entonces nosotros estaremos allí. Eso no lo decía Eddie, pero como le pagan para asegurarse de que lo hagamos estoy convencido de que al menos lo piensa.
- Eh, Baudelaire, ¿en qué piensas?
La que me preguntaba ahora era Charlene, al verme ensimismado mirando por la ventanilla del pequeño turismo camuflado. Siempre hacía lo mismo: cuando alguien parecía perdido en sus pensamientos ("durmiéndose al volante" diría ella) siempre le interrumpía. Lo que inevitablemente la llevaba a hacerme a mí este tipo de preguntas de vez en cuando.
Lo cual no implica que albergara otro tipo de interés: a las pocas semanas de su incorporación todos nos enteramos de que tenía novio. Así que no confundáis sus atenciones centradas en mí. Yo lo hice, y gracias a este pequeño desliz todos supimos que ella tenía novio.
Lo de Baudeleire es un apodo que tengo en el trabajo, desde antes de que ella apareciera. Una vez se me ocurrió aparecer por el laboratorio con la que en aquel momento era mi lectura bajo el brazo. Los paraisos artificiales, de C. Baudelaire. La idea de que leyera a poetas franceses hizo desternillarse a más de uno. De hecho, cuanto más insistía yo en que aquello no era poesía sino un tratado en prosa, más se reían los compañeros.
Eddie no dejó de recordarme que desechar aquel tipo de material podría traerme problemas. Yo también sabía de sobra que encontrar ese tipo de publicación en la basura de algún palurdo podía suponer abrir un 754 (abuso de sustancias) en aquel cuadrante. Pero bueno, como también me enseñó Eddie: si no lo ha tirado todavía está a tiempo de arrepentirse...
Además, los basureros tenemos nuestros propios métodos para deshacernos de nuestra mierda. Es cosa de cortesía no echarle un vistazo al incinerador iónico cuando un compañero lo está utilizando. Al fin y al cabo, la intimidad es algo importante.
Pero volvamos a la realidad, a nuestro coche durante aquel turno, por un momento. ¿En qué pensaba?
- En nada. No sé, en nada, supongo...
- Bravo, genio - Charlene rió con ganas - . Eres el tercio intelectual de nuestra cuadrilla.
Curdt detuvo el coche despacio, y entonces todos nos callamos. Habíamos llegado a nuestro cuadrante para aquella noche, y esas eran las normas. Todo lo que necesitaramos decir, ya tenía que estar dicho.
(continuará...)
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