la canción
A veces puedo cerrar los ojos y oírla. Canción de sangre y tierra, de amor y muerte. El redoble de poderosos tambores, profundo como sólo pueden serlo las raíces de las montañas. Una canción de fuego y dolor, de éxtasis y quietud, de versos intrincados como hechizos, de palabras que aún no existían cuando fueron pronunciadas por primera vez.
Está en el rumor del agua, en las voces que amortigua la niebla y en los truenos. Es el sonido del viento entre las ramas y el que produce nuestro cuerpo cuando temblamos.
Y siempre nos sobrecoge oírla, pero nunca nos sorprende. Porque ya la conocemos. Y porque sabemos que seguirá sonando cuando hayamos muerto.
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Isthar -