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tourette

notas al pie

meme musical

Me resulta difícil pensar en un grupo favorito, pero teniendo que escoger me quedo con los Nine Inch Nails (soy asquerosamente previsible, lo sé) para responder al meme que me ha pasado Jota.

Y el marrón se lo dejo, si les apetece y el tiempo no lo impide, a Herel, Tita Hellen, Portman, Bambú y La reina del hielo. Se trata de elegir un grupo, y contestar a las preguntas en negrita utilizando como respuesta el título de una canción del grupo escogido.


¿Eres hombre o mujer? Big Man With A Gun
Descríbete: Just Like You Imagined
Qué sienten las personas acerca de tí: Slipping Away
Cómo describirías tu anterior relación sentimental: Get Down, Make Love
Describe tu actual relación con tu novia o pretendiente: That’s What I Get
Dónde quisieras estar ahora: A Warm Place
Cómo eres respecto al amor: Ruiner
Cómo es tu vida: Every Day Is Exactly The Same
Qué pedirías si tuvieras un solo deseo: Something That I Can Never Have
Escribe una cita o frase sabia: Love Is Not Enough
Ahora despídete: Throw This Away

hasta que reviente

hasta que reviente

Últimamente me da la impresión de que la gente que me rodea se preocupa por mí.

Sobre todo, se lo noto a las mujeres. Todavía no entiendo porqué suelen pretender evitar que me haga tanto daño como quiera. Como si mereciera la pena. Como si pudieran...

La última, una amiga cortando una frase al hablar sobre cómo cortarse las venas bien.
Suicidio: en el pueblo de mi abuela lo llaman "la palabra que no se dice", como si no mencionarla pudiera evitar que alguna recién casada se tirara al canal de cabeza.
Como si pudiéramos tentar a la muerte con palabras, y no con hechos.

Sólo sonreí, sin saber cómo explicarla que yo no podría matarme de golpe aunque quisiera.
Que soy un superviviente me lo han dicho muchas veces, y hasta ahora no he empezado a comprender realmente lo que eso significa.

El que sobrevive es el que se encuentra de pronto caminando solo entre las ruinas.

Como todos aquellos que salieron de los campos de concentración nazis, sintiéndose culpables y jurando que ojalá hubieran muerto con los demás.
Y puede que tengan razón, pero aunque volvieran a vivirlo seguirían sin poder hacer otra cosa.

Viktor Frankl
sobrevivió, y dejó escrito que sobrevivía quien tenía una actitud pro-activa.
Esa palabra ahora la utilizan los soplapollas de Recursos Humanos, sin tener ni puta idea de lo que significa (lo que quiere decir que la han incorporado a su vocabulario, porque no tienen ni puta idea de lo que significa nada de lo que dicen).
Frankl decía que, a corto plazo, los más fuertes sobrevivían al horror; pero a la larga ni siquiera eso era suficiente. Quien de verdad vivía para contarlo era quien tenía algún motivo para salir adelante.

Yo tengo los míos, que me impedirían acabar con mi vida aunque tuviera el valor de hacerlo. Nunca he considerado el suicidio una cobardía: más bien una canallada, una suerte de asesinato "por poderes" para vengarse de alguien que seguramente no se lo merece.
¿Habéis leído alguna vez una nota de suicidio? Son patéticas, dan más asco que lástima (al menos a mí). Francamente, con lo jodido que está el mundo, al cabrón que se quiera quitar de en medio no deberíamos ni mirarle.


A pesar de pensar así (o precisamente por eso), creo que seguiré viendo de vez en cuando las mismas miradas, escuchando los mismos reproches que cada vez me joden más y me importan menos.
Como si no fuera yo el que se busca todos sus problemas. Como si "hasta que reviente" no fuera una respuesta lo bastante clara.

Y mirándolo por el lado malo, tampoco pasa nada. Porque si reventara, lo primero que haría sería volverme a levantar y seguir adelante.

Porque no puedo hacer otra cosa

La imágen es un lienzo de Alenza que está en el Museo Romántico de Madrid. Aunque no se aprecie bien por la resolución, es bastante cómica.

el legado de Bruto

Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otros sin su consentimiento.

- Abraham Lincoln

Parece ser que al hombre que pronunció esta frase lo mataron al grito de sic semper tyrannis. Irónico, ¿verdad?

milenarismo económico

Europa, en la Edad Media, debía ser muy parecida a un comic de Alan Moore: había un loco prediciendo el apocalipsis en cada esquina. O al menos, eso es lo que nos han contado. Parece que la cosa se agravó al acercarse el año 1000 (cómo nos gustan los números redondos).
Aquí nos pasó algo parecido con el famoso efecto dosmil (el mayor hoax de la historia, diría yo).

Últimamente leo muchos artículos en blogs personales y de economía, en prensa... acerca de la explosión de la burbuja inmobiliaria, y la crisis económica que nos vendría encima cuando eso ocurriera. Lo pintan tan mal como si Fenriss se fuera a comer el Sol...

Voy a analizarlo un poco por encima.

Partamos de la base de que vivimos en un sistema económico capitalista.
El capitalismo, tal como yo lo veo, se basa en: capital, propiedad e información.
Habrá algún marxista que me diga que también se basa en el trabajo, pero eso me parece una obviedad: lo que se basa en el trabajo es la existencia humana. Sin capitalismo, seguiríamos teniendo que trabajar para vivir.

Que el capitalismo se basa en el capital es también obvio. Pero no solamente en el capital: sino en que el hecho de que de ese capital podemos realizar una abstracción: el dinero. Utilizamos el dinero para facilitar el comercio (que fue precisamente el orígen del capitalismo, antes de la revolución industrial).
Una economía de trueque seguiría utilizando capital, pero no podría ser capitalista.
El precio del dinero tiene mucho que ver con el tema que trato.

Luego viene la propiedad. Para que un sistema capitalista funcione, se tiene que garantizar la acumulación de capital. No es posible especular con bienes comunes: tendría la misma relevancia económica que jugar al póker apostando aire.
Por eso, siempre que vemos a los liberales hablar sobre desmantelar el Estado para garantizar la libertad individual, nunca mencionan desmantelar la policía o el sistema penitenciario (que nacieron para preservar la noción de propiedad). El truco es simple: en su discurso, convierten una institución en un derecho. Y no, no es lo mismo.
Por cierto, con propiedad me refiero también a la propiedad pública. Al fin y al cabo, eso que llaman comunismo no es más que capitalismo de Estado (donde, como en todos los monopolios, simplemente se limitan los movimientos del mercado). Y los remedos socialdemócratas posteriores cojean de la misma pata.

En último término, contamos con la información. Quien haya leído algo acerca de teoría de juegos lo entenderá mejor.


Cuando últimamente se habla sobre la burbuja inmobiliaria, todo el mundo se limita a analizarla desde el punto de vista de la propiedad y del capital.

El factor del capital puede hacer que reviente el mercado inmobiliario. Las entidades de crédito, de hecho, ya están empezando a batirse en retirada del sector y a endurecer las condiciones para el crédito hipotecario. Además, teniendo en cuenta que el crecimiento de la economía asociado a la construcción no ha repercutido en un aumento del nivel adquisitivo (entre otras cosas, por la contratación de inmigrantes), es previsible que cada vez menos gente pueda comprar vivienda. Con lo que si merma la demanda...

En cuanto a la propiedad: la única forma de amenazar el mercado inmobiliario socavando el "derecho" a la propiedad, es mediante la okupación. La okupación funciona muy bien para conseguir inmuebles a los que dar un uso colectivo, pero es inviable para lograr viviendas, empezando por el simple hecho de que si okupas una propiedad no puedes abandonarla (no puedes ni ir a trabajar, con lo que eso conlleva).
Además, ningún gobierno va a permitir que atentemos contra la institución de la propiedad: son capaces de aplicar la legislación antiterrorista a los okupas (ya lo han hecho antes...).


Pero lo que yo creo que sí puede reventar el mercado es la información. La retirada de capital del sector podría sencillamente moderar los precios en vez de provocar una crisis.

Sin embargo, de la información depende, y mucho, lo que pase a partir de ahora.

El padre de Kennedy contaba una anécdota (probablemente inventada, pero ejemplarizante) sobre cómo retiró sus activos en Bolsa después de que un limpiabotas le aconsejara sobre inversiones. Si el mercado ha llegado al punto de que un limpiabotas puede opinar sobre él, -pensó-, es que no es seguro. Poco después vino el crack del 29 (una crisis provocada por la especulación, como ésta de la que hablamos).

Dejando al margen el clasismo subyacente a la historia, queda claro que este tipo de comportamientos suelen preceder a las crisis.

Y más en nuestro país. Será que lo de creer que lo sabemos todo va con el carácter mediterráneo, porque vivimos en una tierra llena de abogados, mecánicos, historiadores, informáticos, economistas... de boquilla. Los que dicen: el ladrillo nunca ha bajado. Si no puedes pagar la hipoteca, el banco se queda con la casa y punto. Alquilar es tirar el dinero. Mientras suban los precios, estás ganando dinero.
Esta es la gente que se embarca en hipotecas que no pueden pagar, y nos tratan de idiotas a quienes no lo hacemos.

Pero este tipo de personas son necesarias para que haya un mercado especulativo, porque la especulación se basa en creencias irracionales: si no creyeras que vas a ganar, jamás invertirías; y si sabes racionalmente que vas a ganar, o bien tienes información privilegiada (privilegiada significa que no la tiene casi nadie, no lo que te cuenta tu cuñado; y aquí puede ser incluso un delito utilizarla), o bien eso quiere decir que va a invertir todo el mundo.

Aquí la información juega un papel fundamental: la difusión de creencias, muchas veces arraigadas en nuestra cultura (como el apego a la propiedad del suelo sobre el alquiler), va paralela a cualquier mercado. Volvemos otra vez a la teoría de juegos: es como apostar al póker. No dependes sólo de lo que sabes, sino de lo que los demás saben, de lo que creen, y de lo que saben que tú sabes. Ahí es nada.

Pero la información tiene un papel más importante todavía: la confianza. Al fin y al cabo, la confianza es una creencia (o sea, información). El banco te concede crédito porque confía en que lo vas a pagar. Tú compras la casa porque confías en que te la vas a quedar tú y no el banco. El constructor invierte en la confianza de que va a poder vender.

Esa confianza es imprescindible, porque sin ella el mercado no funciona. Si lo miramos a gran escala, sin confianza el dinero carecería de valor (así que no sería posible una economía capitalista).

Y es esa confianza la que se está quebrando. Los bancos empiezan a cagarse de miedo, porque se dan cuenta de que han confiado (crédito fácil) en muchas personas que probablemente no puedan pagarles nunca. Los constructores empiezan a mirar con más cuidado las inversiones, o bien están liquidando el suelo que les queda, viéndose en lo peor. Los consumidores empiezan a temer que pueda reventar la burbuja.

Esta falta de confianza es la que, precisamente, puede hacer que ésto estalle, en lugar de tener un "aterrizaje suave" como dicen los comerciales de las inmobiliarias. Toda creencia afecta al mercado: cuanto más se extienda, más le afectará.

Así que estoy convencido de que sí, va a estallar la burbuja inmobiliaria. Dudo mucho que el panorama sea tan jodido como algunos lo pintan, pero en cuanto nos hayamos acojonado lo suficiente, tenemos el petardazo asegurado.

¿Y la solución? No la conozco. Creo que no la hay, porque las únicas creencias que podemos contraponer a la pérdida de confianza en el mercado, son las absurdidades que han contribuído a inflarlo y traernos a este punto. Y esas ya no van a valer para nada.

Supongo que éste será el último post que escriba sobre economía. Principalmente, porque considero que la economía es una pseudociencia (al menos, la que se enseña académicamente). Pseudociencia en la que además tengo inmensas lagunas. Además, es un coñazo, sobre todo cuando pretendo tener razón.

Pero después de la cantidad de polladas que he leído en foros, al menos me he desahogado, que es de lo que se trata.

novedades

Hacía tiempo que conocía Pandora, pero no le había dado tanta tralla como le estoy dando ahora, y he descubierto bastantes posibilidades interesantes. Una de ellas, la de publicar una lista de canciones recomendadas/preferidas. Si observáis abajo a la derecha la tenéis (donde antes estaba ese chat tan majo en Java, que ahora ha sido sustituído por un maravilloso error de código que ya arreglaré...).

Intentaré poner cosas no demasiado conocidas (típico locutor de radio frustrado), a ver si con un poco de suerte doy a conocer a algún grupo interesante. Si veo que tiene éxito el tema, ya publicaré cómo descargar esas canciones en MP3 tras escucharlas. Hoy no, que me canso (y el que se queje también es un vago, que en Google se encuentra... -conste-).

El que quiera husmear en el perfil directamente, con emisoras y demás, lo tiene aquí.


Además he abierto una cuenta de Gmail sólo para el blog: on.tourette@gmail.com. Quejas, dudas, lloriqueos, amenazas de muerte, recetas de bizcocho... aquí. Dudo que la mire muy a menudo, pero ahí está.


También recordar que en la parte de abajo a la izquierda está el enlace de xml, para el que utilice algún lector de rss.

Y congratularme de que google-ads deje de anunciar medicamentos para enfermos mentales: ahora ha pasado a las ofertas de empleo. Han dejado de tomarme por una farmacia, para pensar que soy una ETT. Hay que joderse...

monedas y miradas

Anoche, dando un paseo, me ocurrieron dos cosas. Me enteré de que había pasado de curso. Y una chica me miró de reojo.

Son dos cosas que me suelen pasar. Acabar la carrera por los pelos, sujetando el dorsal entre los dientes, y que las chicas de ojos bonitos me miren y yo no las diga nada. Así es mi vida, y al que no le guste que se joda, que se calle y que cambie de canal. Que aproveche, porque yo no puedo.

El caso es que después de un año puteado, de dormir poco, de no dormir, de no comer, de quebraderos de cabeza, papeles, prisas, autobuses, juicios, atascos (muchos atascos), despertadores chinos, cafeína, cd's explosivos, bolsas de té, moratones, relojes, teléfonos, informes, firmas, bancos y colas, por fin lo he conseguido.

Y ahí estaba la chica de ojos grandes para confirmármelo, como si fuera el leit motiv que necesito para darme cuenta de que ésto sigue siendo mi vida, incluso cuando me salen bien las cosas.

Si me escogieran para un viaje a Marte, lo primero que preguntaría es: Vale, bien, voy a pasar a la historia, pero ¿dónde está la chica?
El funcionamiento es sencillo: intento algo, lo consigo, y necesito una mirada fugaz para darme cuenta.

También este año he inaugurado una nueva costumbre en mi vida. Llamadlo superstición.
En mi barrio, cerca de la puerta del Metro, a veces hay una chica que toca el acordeón. Creo que es rumana.

Hace un año, casi por estas fechas, me despidieron de un trabajo. Bueno, realmente despidieron a todo el mundo. Hubo jaleo. No fue algo agradable.
Una de esas mañanas, regresaba a mi casa, completamente jodido y hastiado, y al salir del Metro (en el que, por cierto, recuerdo que me colé), la ví sentada tocando algo. Mi mano, como movida por un instinto, rebuscó en el bolsillo junto al paquete de tabaco, sacó una moneda dorada y la dejó caer en su cesto. Nos sonreímos, y seguí mi camino.
Al día siguiente ya tenía uno de los curros en los que más contento he estado.

Casualmente, me he encontrado con ésta chica cada vez que he firmado un contrato. Y el día que eché la matrícula, lo recuerdo perfectamente porque fue el día del eclipse de sol.
Es algo kármico: yo la doy una moneda, y la vida me devuelve otra cosa. No tiene lógica, pero funciona. Hasta los ateos materialistas podemos permitirnos ciertas veleidades de tanto en cuando. Y el que piense que no, que se joda, que se calle y que mire cómo lo hago.

Hoy no me la he encontrado. No es que eso me preocupe: ya he dicho que no soy supersticioso.

Pero si ves a una rumana tocando el acordeón, dale una moneda de mi parte. Y piensa que tal vez dentro de un tiempo vuelva a encontrarme con una chica de ojos bonitos gracias a tí.

todo es cuestión de tiempo

Dentro de unos minutos. Me levanto y vuelvo al trabajo.
Hace catorce años. Apruebo un exámen improvisando, sin haber tocado el libro. Se nota mucho, y mi profesora dice que voy a ser un fracasado. Decido estudiar periodismo. Creo que escribo bien.
Hace cinco años. Consigo matricularme en periodismo.
Hace doce años. Kurt Cobain se vuela la cabeza.
Dentro de cuarenta y cinco años. Me jubilo.
Hace nueve años. Aprendo a liar porros.
Hace dos años. Abandono la universidad.
Dentro de cuatro horas. Salgo del trabajo.
Hace seis años. Tengo una pastilla en la boca.
Hace diez años. Matan a Tupac Shakur.
Dentro de seis meses. Me presento a un exámen sin estudiar y suspendo.
Hace diez años. Escucho a los Smashing Pumpkins en mi habitación
Hace cinco años. Desabrocho un sujetador.
Hace tres meses. Una amiga me dice que es como si a mi lado no pudiera ocurrir nada malo.
Hace cinco años. No sé dónde estoy. Estoy borracho.
Dentro de un par de días. Pienso que no tengo ni idea de escribir.
Hace siete años. Me cuelo por debajo de una alambrada y rompo un cristal.
Hace siete años. Mi jornada laboral dura doce horas.
Dentro de una hora. Termino de desfragmentar una unidad de red.
Hace once meses. Dejo de fumar asqueado.
Hace veinticuatro años. España ingresa en la OTAN.
Dentro de unos días. Recibo un reproductor de MP3 que encargué.
Hace tres años. Me duelen los pulmones. Desarrollo tolerancia al paracetamol. Se me reprochan mis opiniones pesimistas.
Dentro de siete horas. Me cubro la cabeza con la almohada para no ver la luz.
Hace seis años. Amenazan con apuñalarme. Bebo tequila.
Dentro de un año. Vuelvo a matricularme en la universidad.
Hace ocho años. Me cubro con la cazadora y me escondo entre los arbustos. Hay luna llena, y brillan cientos de estrellas. Me buscan, pero no me cogen.
Hace veinte meses. Despierto en una acera. Apenas recuerdo nada.
Hace tres segundos. Enciendo un cigarrillo.
Dentro de tres meses. Obtengo el permiso de conducir.
Hace tres años. Mientras saco la basura, sueño con tener un empleo mejor, y miro las estrellas.
Hace dieciséis años. Me parten el labio de una patada.
Dentro de cinco horas. Me duermo en el autobús.
Hace cuatro años. Mis comentarios machistas y cínicos enfurecen a una chica que acabo de conocer.
Dentro de veinte horas. Vuelvo a entrar al trabajo.
Hace ciento cuarenta y cuatro años. La ruleta arruina a Dostoievski.
Hace cinco años. Dos aviones se estrellan en el World Trade Center. Yo estaba durmiendo.
Dentro de dos minutos. Lanzo el cigarro contra el suelo. En lugar de rebotar y provocar chispas, se estrella y se apaga lentamente. Miro al cielo, y sólo hay una estrella brillando.
Dentro de tres minutos. Me levanto y vuelvo a entrar.

alzarse

La parte mala no viene cuando caes. Ni siquiera cuando te vas deslizando poco a poco, al principio, y sientes un cosquilleo en el estómago que te dice que lo peor está por llegar. Ni siquiera cuando te estampas. Tampoco cuando miras hacia arriba, y te das cuenta de lo lejos que estás, y empiezas a dudar de que tus extremidades, cada vez más flacas, puedan sostenerte.

Lo jodido viene cuando te levantas. Porque de pronto, todo el dolor, toda la rabia que hasta hace un instante eran el centro de tu existencia, se convierten en polvo.

En ese momento, tanto daría no tener alma.

- Tengo que contarle esto a mi psicoanalista...

- ¿El qué?

- Que tengo a un colega sentado en mi sillón, buscando como un loco la polla de un perro en un catálogo de IKEA.

- Tu psicoanalista... quiero conocerlo.

Esto, con un colega a las 10:50 de la mañana del domingo.... vaya tela...

la canción

A veces puedo cerrar los ojos y oírla. Canción de sangre y tierra, de amor y muerte. El redoble de poderosos tambores, profundo como sólo pueden serlo las raíces de las montañas. Una canción de fuego y dolor, de éxtasis y quietud, de versos intrincados como hechizos, de palabras que aún no existían cuando fueron pronunciadas por primera vez.
Está en el rumor del agua, en las voces que amortigua la niebla y en los truenos. Es el sonido del viento entre las ramas y el que produce nuestro cuerpo cuando temblamos.
Y siempre nos sobrecoge oírla, pero nunca nos sorprende. Porque ya la conocemos. Y porque sabemos que seguirá sonando cuando hayamos muerto.

arde

Se acerca a mí, y en su respiración sobre mi cuello puedo ver a ciegas que sonríe, mientras me susurra suavemente al oído: arde, arde, arde...

muñecas de cristal

Antaño, nuestros ancestros se arrebujaban en torno a las hogueras para charlar tras el trabajo. Y si no se conocían (caso de los pastores o en la vendimia, por ejemplo), la conversación seguía siempre idéntico cauce: de hablar del tiempo, a despotricar sobre el que mandaba.

Hoy ya casi no quedan pastores ni cepas, pero los mismos temas siguen intocables. Ahora somos subempleados que comienzan hablando de televisión y terminan cagándose en su empresa, y aunque raramente pasaremos hambre, para cuando estiremos la pata habremos tenido más oficios que Lázaro de Tormes.

Resulta especialmente curioso en el sector tecnológico, donde terminamos hablando de consultorías, traficantes de carne, call centers, zulos, extras, rotaciones, tickets, piratas... estamos construyendo nuestro particular idioma de miserias, como el caló que tanto horrorizaba a Víctor Hugo.


Últimamente he tenido el mismo tipo de conversación con diferentes personas. Al margen de que todos, con independencia de nuestra filiación política (filiación: palabra que significa que cada uno es hijo de su padre y de su madre, supongo), llegamos siempre a la misma conclusión de que ésto tiene que reventar por algún lado.

Pero a mí hoy me ha dado por la vena nostálgica. Porque, mientras mi compañero y yo poníamos a parir y más a nuestras ínclitas ex-pagadoras (pagadoras: a veces te pagan, y otras veces juras que lo pagarán caro), yo he mencionado a la mejor de todas: la estrella, el negro del tambor en las galeras, la soviética lanzadera de monos espaciales, la criadora intensiva de pollos. Nos referimos, por supuesto, a Al Loro (no pongo el nombre, que lo mismo me denuncian), maravillosa subcontrata de telemarketing.
No voy a hablar de sueldos míseros, empleados entre la depresión y la ansiedad, gente que ya no aguantaba el trabajo sin un coñac o un par de rayas, "cuarentenas", acoso laboral, suciedad... Eso ya lo sabemos. Los que hemos pasado por allí, siempre lo recordamos con una sonrisa (al menos, todos los que he conocido): porque sabemos que no vamos a volver.

No, hoy no hablaré de eso. Porque hoy he recordado a las chicas que encontré allí. Como dudo que cualquiera de ellas lean ésto algún día, y dudo aún más que me las vuelva a cruzar jamás, me siento libre hasta cierto punto para escribir sobre algunas.


Conocí a la primera de ellas el día que terminé el cursillo, y se nos hizo saber que pronto firmaríamos el contrato. Nos sacaron de la incubadora, y nos llevaron cual polluelos con los gallos y las gallinas para que fuéramos quedándonos con la copla. Aquello duraría una hora diaria, durante media semana.

A mí me pusieron con ella. Lo primero que hicimos fue mirarnos a los ojos. Tenía unos ojos preciosos, y evadía miradas tras una sonrisa tímida. No hablo sólo de que la chica me gustara. Ella era para mí, en aquel lugar, aquella mañana, la prueba viviente de que la belleza puede existir con independencia del entorno. Como una rosa creciendo entre la mierda. En ese momento, necesitaba aquella prueba más que el aire que cabía en mis pulmones jodidos.

Tenía unas muñecas preciosas. Era la primera vez que me fijaba en las muñecas de una chica, y recuerdo cómo las veía palpitar mientras ella tecleaba con soltura en aquél teclado lleno de roña. Una de las veces, la cogí con la guardia baja y, ante mi demostración de que yo tecleaba más rápido (odio decirlo, pero soy una ametralladora), la arranqué una mirada de asombro seguida por una sonrisa, y acto seguido por una caída de ojos al pasar una jefa que nos miraba. Esos tres gestos valieron, y siguen valiendo para mí, más que todo lo que gané en aquella mierda de empresa.
Pero no teníamos el mismo turno, y al concluir aquella semana, ni siquiera volvimos a coincidir. La olvidé deprisa, en parte porque había más chicas y yo no me fijaba en sus muñecas precisamente...

Hasta que una tarde apareció allí, con ojos tristes y un justificante médico en la mano. Tenía una baja indefinida por una enfermedad de las muñecas. Síndrome del túnel metacarpiano. La enfermedad de los programadores, provocada por teclear demasiado en una mala postura. Crónica, degenerativa, dolorosa e incurable.

Todavía hoy lamento dos cosas. La primera, no haberla dicho nada cuando nos cruzamos mientras ella salía, nada más que un leve "que te mejores". La segunda cosa que lamento es no haber salido gritando al parque para liarme a pedradas hasta no dejar un solo vidrio de aquel puto antro donde se había destrozado las muñecas por un sueldo de mierda.

Vale que no es muy romántico acordarme de una chica cuando veo material de oficina, pero desde entonces, cada vez que veo una almohadilla para el teclado, me acuerdo de sus ojos, sus dedos tecleando con agilidad y su mirada tímida.

Y aunque a veces me palpe las muñecas con angustia, no puedo evitar esbozar una sonrisa cuando me acuerdo de ella.

base relativa

Nuestro sistema de numeración funciona en base diez: es el sistema decimal. Esto significa que tenemos un conjunto de diez símbolos diferentes para representar cualquier cantidad.

Proviene de la India, donde al parecer también se ideó el cero, y fue traído hasta Europa por los Árabes.

El motivo de que funcionemos con esa cantidad de símbolos es que tenemos diez dedos en las manos, y nuestros antepasados no tenían calculadoras.

Por ejemplo, los ordenadores funcionan con una base de dos: es el sistema binario. Lo hacen porque sólo pueden distinguir entre dos situaciones distintas, que pase o que no pase electricidad.

Si en lugar de tener forma humana fuésemos círculos, nuestro sistema numérico estaría basado en Pi, y tendríamos problemas para referirnos a la unidad, ya que tendríamos que emplear aproximaciones infinitas para hacerlo.

Supongo que eso tendría un efecto demoledor sobre nuestra conciencia individual.

¡optimiza ésto, yuppie!

Tengo el firme convencimiento de que cuando una persona emplea los términos misión y visión en una misma frase, es un completo gilipollas.

Uff... qué a gusto me he quedado :)

ubuntu

La conciencia me convierte en ser: los demás, en humano.

vivir cansa

me conformo con existir

bendita ignorancia...

... la de cosas que aprendo gracias a tí...

¡mars attacks!

Esta tarde he encendido la televisión, y he comprobado que no existen civilizaciones avanzadas en el universo.

Porque si existieran, en el momento en que recibieran nuestras ondas de radio, borrarían nuestro planeta de la Vía Láctea.

Espero que mis congéneres no se sientan muy ofendidos, pero empiezo a tener ganas de que el Sol se convierta en una gigante roja...

la culpa se llama frontera

Estaba comiendo, y ha llegado otra barca llena de náufragos a Canarias. Con dos cadáveres a bordo. A otros dos, ya los habían echado al mar. Llevaban sin comida más de diez días, y una semana sin agua.

Esas cuatro personas fallecieron, según la chavala de las noticias, por culpa del calor y del frío. Por culpa de la falta de agua. Por intoxicación con el gasoil.

Y una mierda.

La culpa se llama frontera y la pagamos todos.

a septiembre vas

Las expresiones más sinceras, en cualquier idioma, son las que no se pueden traducir literalmente. Incluso esa lengua bárbara que hablan los perros sajones (algunos la llaman inglés) abunda en ellas.

Una de las más curiosas en nuestra lengua es la de "hacer un exámen de conciencia".

Bien, pues últimamente hago exámenes de conciencia, y los estoy suspendiendo todos.

A septiembre voy.