y los dioses te llamaron: gilipollas
Sus pasos, pese a tener el silencio de las lápidas, resuenan por la oficina como redobles de tambor.
Anubis, espigado y cruel, sujeta la puerta a un Buda orondo y sonriente. Palas, vestida de Dolce & Gabbana, contempla indiferente tras sus gafas de pasta los coqueteos de una Venus demasiado escotada para ser elegante y Amaterasu. Mazda aprovecha para sacar un café de la máquina, y Odín mira de reojo a Jesucristo mientras murmura algo sobre ser un mierda y llevar lloriqueando dos mil años...
Finalmente, llegan a la División de Informática. El sujeto en cuestión vegeta en uno de los escritorios, peleándose con un IBM lento hasta la desesperación. El sudor empieza a transparentar su camisa granate, lleva el nudo de la corbata aflojado y a su derecha se acumula un montón de papeles que, presumiblemente, suponen más trabajo sin terminar.
Lug, ejerciendo de cortés anfitrión, se lo señala a los demás.
- Bien, aquí le tienen: damas y caballeros, ésto es un gilipollas.
- ¿Y es verdad que no cobra las horas extras? - preguntó Lucifer con sorna.
- Jamás: y se hace cerca de seis horas cada semana, sí... - repuso Lug confuso.
- Apuesto a que no distingue su casa del cubil en el que trabaja - observó Palas con sonrisa maliciosa, sin ignorar que Thor la estaba desnudando con la mirada.
- Y... ¿puedo golpearle? - consultó Caín esperanzado.
- Por supuesto - contestó Lug - : sírvanse, están en su casa.
Mientras tanto, Mariano descubría que los codecs que necesitaba no estaban instalados. Más y más diversión.
0 comentarios