¡crash!
Todos observaban en silencio tras sus muros transparentes. El sol de la mañana se reflejaba en las torres más altas, y de tanto en cuando podía oirse el tintineo de unos pasos apresurados, que se perdía por las anchas avenidas bordeadas de elegantes edificios art decó.
Pegados a los cristales, aguantaban la respiración, por miedo a empañarlos y no poder ver.
Aquel día, según las profecías de sus antepasados, llegaría el Elegido, "portando el destino en su mano".
Y a través de las paredes cristalinas, se reflejó el horror en los rostros atezados de los habitantes de la Ciudad de Cristal, cuando en el horizonte apareció tan solo un hombre con una piedra en la mano.
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Gacela -